Vivir en Venezuela...





Antes vivir en el bien llamado “Paraíso con nombre de mujer” era placentero, los venezolanos podíamos darnos el lujo de salir a comer 5 o 6 veces por semana. Podíamos ir al cine e incluso ver función doble cuando estábamos muy animados. Podíamos viajar a donde quisiéramos, siempre y cuando los papeles estuviesen en al día. Comíamos lo que se nos atojara y si tenías buenos ingresos, no había nada que Venezuela no pudiese ofrecerte. Siempre he odiado los refranes, me parecen que son de viejecitas chismosas e insoportables. No obstante he utilizado uno muy seguido, más seguido de lo que quisiera admitir y como muchos venezolanos digo “éramos felices y no lo sabíamos”. Suena de antaño pero es tan cierto. Antes uno podía ir al supermercado (cualquier día) y llenar el carrito de cuanta tontería había. Obviando los terminales de cedula, el lugar de residencia y sin necesidad de llevar la partida de nacimiento de nadie. Nadie te decía que solo podías llevar dos paquetes por persona o te negaban un producto básico llamándote acaparador.

Antes yo podía comprar pañales si quería, aunque no tuviese ningún bebe en casa. Es decir yo tengo familia, tengo amigos, si quería comprar una docena de paquetes de Pampers para regalarle a mi tía embarazada podía. ¿Y porque no poder? ¿Acaso no vivimos en democracia? ¿No es ese el valioso legado que dejo el difunto? ¿La realidad? ¡NO! En esta especie de parodia absurda de los juegos del hambre en la que vivimos (The Hunger Games) no hay cabida para recordar lo bueno que era el pasado. Si, esos días cuando iba a comprar shampoo y podía elegir entre mis marcas favoritas. Esos lujosos días donde mi mamá me compraba otra fragancia de desodorante y me molestaba por horas, tras un berrinche innecesario digno de primer mundo, ya que hoy añoro simplemente que no se termine el que tengo pues no hay más.

                Lo que hoy se vive en Venezuela solo tiene un nombre: MISERIA. Ya que en este país hasta enfermarse es un lujo. Me operaron hace tres semanas y entre mi angustia por la cirugía, oraba a Dios para que la clínica tuviese una planta auxiliar, para que no se fuese la luz en pleno quirófano, oraba para al salir encontrar las medicinas y suplicaba a Dios para recuperarme rápido del postoperatorio para poder salir a la calle a buscar comida. Comida regulada por cierto, esa que solo puedo comprar los días jueves, es decir, los otros días puedo comprar otras cosas, a precios interestelares pero puedo. El problema son los anaqueles vacíos que me recuerdan que solo tenemos patria.

Hoy salí al banco a hacer las típicas diligencias, pero no paso demasiado tiempo para que la cotidianidad me embargara y me hiciera correr a casa. Con la escasez de harina, ya casi no como pan, ¡JA! Que loco decir eso, de niña era la típica muchachita de los comerciales, con su tupperware lleno de pan Bimbo, debo decir que siempre eran sándwich triples porque yo como muchísimo. Siempre rellenos de abundante jamón de pavo y queso gouda, acompañados de lechuga y tomates fresquecitos mmm mi favorito… Mi mamá siempre ha acertado en los desayunos. Me desvié un poco del tema, lo siento, es difícil fantasear con lo que tuve y hoy anhelo cual diamante de sangre. En fin compre dos panes canilla (así le llamamos acá, realmente son solo dos piezas de pan grande) estaba caliente y me lo dieron en una bolsa de papel, como de costumbre pedí una bolsa de plástico para proteger el pan pero para variar no habían bolsas. Así que me fui caminando por todo el centro con mi bolsa de pan apretujada contra el pecho ya que la gente te tropieza como si no sintieras, casi como si fueras un maniquí. Un día de estos alguien se va a llevar mi brazo para su casa y no se va a dar cuenta.

En mi otra mano llevaba una botellita de agua saborizada, ¡taran ya no soy virgen de agua saborizada! Hoy me digne a probarla o mejor dicho no me quedo opción porque no encontré una pizca de agua en todo el centro, así que pague una millonada por esta cosa con sabor a mandarina, que para mi sorpresa no estuvo nada mal. Entonces seguí caminando con el pan, el agua, mi cartera a cuestas y una carpeta que traía del banco, así mismo me subí al bus, donde un muchacho no dejaba de verme, al punto de rayar en lo incomodo, finalmente se atrevió a hablarme y me dijo “¿Dónde compraste ese pan? Jajajaja olvídense del antiguo coqueteo callejero, la gente solo quiere saber que llevas en esas bolsas que cuidas como si fuesen de Channel, por suerte la mía evidenciaba que era pan. Al llegar a mi casa mi mama se rio un poco ya que el pan venia medio aplastado y la bolsa a punto de colapsar, por suerte no sucedió porque créanme que habría llorado como una niña por ese valioso pan.

Nunca creí que los venezolanos llegaríamos tan bajo, prácticamente estamos suplicando por la comida, por las medicinas, por los servicios, suplicamos por vivir y hasta donde sé, es un derecho humano. Desde que salimos del vientre, automáticamente tenemos derechos, los cuales no se han paseado por estos lares últimamente. Estamos al límite, parecemos un programa de la famosa y multimillonaria cadena “DISCOVERY” solo falta algún aventurero como Bear Grylls que venga con su equipo a documentarlo todo. Me pregunto cómo lo llamaría, tengo varios títulos en mente “Desafío criollo: subsistiendo en Venezuela” o “Sobreviviendo a la Revolución con Bear Grylls”, tengo un último título pero es un poco depresivo “Tiempos de miseria (basado en historias reales)”.

Ustedes pensaran que tengo demasiado tiempo libre para pensar tantas tonterías, y la verdad es que sí, tengo bastante tiempo en los lapsos donde se va la electricidad (2 veces al día, por dos horas) o cuando se va el internet que va acompañado de la señal de cable (he de aclarar que esta se va por tiempo indefinido, pues se va cuando otras zonas residenciales adyacentes a la mía no tienen electricidad). ¿Entonces pregunto si los venezolanos vivimos o sobrevivimos? No estoy segura de llamarle vida a esto, ya que es un suplicio. Otro cliché de mi país es decir “NO HAY MAL QUE DURE MIL AÑOS”, no es un refrán, más bien es una canción que se transformó en consigna hace una década y un poco más. Pero la cruel realidad es que me levanto diariamente, lista para afrontar esta casi vida, esta inexorable situación y plenamente segura que merecemos más, mucho más…


Disfrutando de mi aire acondicionado mientras aún hay luz… #PeriodistaNoctambula 

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