Dale la vuelta a la tortilla
Ayer fue uno de esos días donde
tienes que esforzarte para que todo salga bien, ya que sabes que te espera una jornada
algo atareada. Mi hermana mayor, sabiamente me aconsejo que me tomara las cosas
con calma, ya que el estrés es un pésimo compañero. Salí muy temprano de casa,
estaba muy apurada ya que tenía diligencias que hacer, siendo sincera no me sentía
nada optimista esa mañana, pues me levante con sueño y mucha pereza. Pero casi
como en un regalo divino, todo salió a pedir de boca.
El tiempo conspiro a mi favor y pude
continuar a mi siguiente actividad, pero note que mi actitud se había tornado
muy diferente, me sentía optimista y feliz. Entonces decrete que mi día sería
un día próspero y productivo. Es curioso como un pequeño cambio de actitud,
hace que todo cambie. Es como si el universo te guiñara el ojo, como si el
karma te diera luz verde y todo saliera exactamente como tú quieres.
Ahí estaba yo, en medio de mi
productivo día, pensando tonterías místicas, esas que solo se te ocurren cuando
miras a través de la ventana de un bus. Cuando este se detuvo y se subieron
varias personas, entre ellas un pequeño señor. No obstante, el bus iba un poco
lleno, por lo cual estaba allí paradito, recibiendo empujones de un montón de
extraños. Entonces pensé, este señor es el abuelito de alguien, es el padre de
alguien, es decir ¿Por qué nadie lo ayuda?
Fue cuando hice algo que no suelo
hacer, contra todos esos estereotipos feministas de que las mujeres merecemos
sentarnos y ser el centro de toda amabilidad, obviando que los hombres también tienen
derechos. Por lo cual lo llame y le cedi mi asiento, el bus llevaba mucho
ruido, pero en el instante que lo llame y le dije que sentara todas las miradas
recayeron sobre mí, se hizo un silencio ensordecedor, casi como si estuviera
rompiendo las reglas no establecidas de la pésima educación de la gente. Me
permito decir, que removí unas cuantas conciencias, ya que la gente me miraba
con un poco de pena, porque eran tan jóvenes como yo o quizás un poco mayores,
pero todos se veían sanos, tanto como para tener algo de compasión por un
ancianito. No obstante oculte mi mirada tras mis lentes oscuros, con cierto
recelo y una buena vibra que comenzaba a invadirme.
Luego tome mi segundo bus, donde
me coloque mis audífonos y me olvide del mundo por un rato. Seguía siendo yo,
pero en una versión más optimista, renovada. Entonces de regreso vi a unos pequeños
niños, pertenecientes a algún grupo indígena que se estableció en las calles. Estaban
en un semáforo, dos pequeñines, cuyas edades quizás no superaban los 4 años, pidiendo
dinero y jugando con un tubo metálico. La situación me enterneció un poco
entonces les di un billete que llevaba conmigo y el chiquitín me sonrió. No quiero parecer una buena samaritana o algo
por el estilo. Pero creo que ayer el universo me dio pequeñas oportunidades
para retribuirle lo bueno que hizo por mí.
La actitud parece algo subjetivo
e inventado para personas que necesitan esperanza o simplemente creer en algo.
Pero no es así, realmente hay energías que nos rodean, vibras que viajan a través
de este inmenso mundo y todos tenemos un aura que nos define como persona. Yo
ayer aprendí que tú forjas tu suerte, tu destino, así que si todo va saliendo
un poco mal, solo dale la vuelta a la tortilla y te sorprenderás.
Construyendo cosas buenas, les habló #PeriodistaNoctambula ❤
No hay comentarios:
Publicar un comentario