En penumbra



Existen ciertas situaciones que todos debemos enfrentar en esta vida, ya sean buenas, malas, alocadas e incluso increíbles. No obstante, hay algunas que se viven de manera injusta y prácticamente sin derecho a réplica. Por ejemplo, los apagones obligatorios que vivimos la mayoría de los Venezolanos, producto del racionamiento eléctrico. Sí, ese que estamos obligados a vivir, a causa de los bajos niveles que tiene nuestro río Guri, por culpa de “el niño” (No hay mas ciego, que el que no quiere ver).


No vamos a caernos a coba (como decimos en mi país, cuando la verdad es casi tangible) ningún venezolano disfruta las 4 horitas del racionamiento, no es sabroso, no es cómodo y ¡creanme no es justo!. Como si fuese un deber, puse el calendario del racionamiento en mi cuarto, es otra de las tantas post it que decoran mi pared. Allí anote no sólo los días de la semana, sino las horas específicas en las cuales la electricidad no me dará el gusto de visitar mi hogar. Sin mencionar, que no tengo cable ni internet por otras 4 horas, ya que la central de mi compañia del cable esta en un sector vecino, el cual tiene otro horario de racionamiento.


Si bien es cierto, no paso todo el día encerrada en casa pero en el tiempo en que estoy me gustaría sentirme cómoda, después de todo ese es el trabajo de las casas. En mis 8 horas de aislamiento, me da chance de pensar, dibujar, cantar, oír música, dormirrrrrrr (duermo varias horas) y lo gracioso es que cuando termino todas mis actividades aún sigo sin alguno de estos servicios básicos. Creo que es evidente, que no puedo subir post muchos días, ya que ando sentada en mi sala contando las baldosas o pensando en la inmortalidad del cangrejo.


No quiero parecer demasiado dramática pero siempre debo estar revisando que los aparatos eléctricos de mi casa aun funcionen. Ya que la electricidad va y viene más seguido que un columpio en un parque infantil. Me gusta pensar que soy dueña de mi tiempo, pero realmente ya no puedo planear cosas con normalidad, porque el resto de Venezuela también se apaga a capricho de ciertas personas “el niño”, si el niño mimado que gobierna este país. Entonces debo revisar el sector del lugar a donde voy o llamar y preguntar casi sin ninguna vergüenza ¿tienen luz? ¿A qué hora se va? ¿Me da chance de llegar?


Claro que sí es una oficina pública, no puedo darme ese lujo, pues sus fines de semana largo de 5 días, me dejan sólo dos habiles para ir a verles la cara, hacer mis diligencias y jactarme de su “eficiencia” como ente público. (notese el sarcasmo). Pero eso es harina de otro costal. Vivir en Venezuela es como una experiencia de supervivencia, nivel experto, donde hay que batallar a diario con todo y todavía hacer gala de nuestro humor criollo, ese que nos da la habilidad de reírnos de nosotros mismos, mientras hacemos innumerables chistes, sin importar lo precaria que sea nuestra situación.


Ya no recuerdo cuantas veces he intentado subir este post, sin que la luz o la falta de internet impidan mi labor. Otras veces mi obstinación por los intentos fallidos fue la que me detuvo antes de subir el post, estaba demasiado fastidiada para batallar. Lo cierto es que aca ando, contoneándome como joven de antaño en pleno cortejo, a punto de saltar y hacer porras por ser las 12.13 am y aun tener servicio de cable, internet y luz. Es tan penoso y patético que solo puedo reírme, también influye el hecho que no puedo hacer nada al respecto. El sueño empieza a apoderarse de mi, aprovecharé este tiempo en intimidad con mi aire acondicionado y algunos capítulos de Sex and the city, es decir, esto no se da todos los días, literalmente. Pero por si acaso dejaré mi velita junto a la cama, ya saben para esperar la penumbra.


Desvariando antes de dormir #PeriodistaNoctambula ❤

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